PARQUE NACIONAL COTOPAXI:
Desde Quito comenzamos por el Parque Nacional Cotopaxi. Hay dos controles para ingresar y registrarse. Uno es Control Norte y el otro es Control Caspi. Nosotros si bien veníamos del Norte hemos ingresado por el Control Caspi ya que nos pareció el más directo. El camino hasta el control y un poco después también estaba repleto de pinos verdes y frondosos. Me sorprendió ver algunos talados siendo este un parque nacional, pero me quedé con la duda. Cuando llegamos a la entrada donde debíamos registrarnos, comenzamos a sentir el frío y la altura.
Luego de registrarnos nos dieron un folleto plastificado con todas las indicaciones en caso de emergencia y para cuidar el ambiente del parque. Allí hay tiendas donde comprar caramelos de coca, mate de coca y comida. Y la entrada al parque nacional es totalmente gratuita.
Allí preguntamos a los guardaparques si creían que valía la pena que ingresemos ya que el cielo estaba muy nublado. Y dijeron que sí ya que las nubes cambian constantemente. Un poco escépticos y y desilusionados seguimos camino en el auto.
A pesar de las nubes y no poder ver el volcán en un principio, disfrutamos muchísimo del paisaje. Eran como páramos de color amarillo y verde hasta donde alcanzaba la vista, rodeado de montañas.
Cuando nos acercamos al Cotopaxi, fue como meternos dentro de esa nube que lo estaba tapando, en realidad lo rodeaba, y pudimos verlo. Así que llegamos hasta el estacionamiento, lo máximo que se puede avanzar con el auto, y desde donde se lo puede ver perfectamente. Osea que es un lugar accesible para todo el mundo porque se llega en auto, no hace falta ser alpinista ni nada semejante para poder disfrutar de este lugar.
Las nubes iban y venían cubriendo y descubriendo al gigante nevado, pero estaba genial porque todo el tiempo teníamos distintas vistas, y era como un juego tratar de atraparlo totalmente despejado.
Decidimos subir al refugio Jose Rivas a 4864 metros de altura. Mis papás se sentían débiles por la altura, así que nosotros nos adelantamos ya que creímos que no subirían. El refugio parece estar muy cerca pero nos demoramos más de una hora en subir y con la altura no ha sido tan fácil ni tan cerca como parecía. Tratamos de apurarnos para no hacer esperar a mis papás abajo y con mal de altura.
Al llegar al refugio, tomamos aire y recorrimos alrededor un poquito. Mucho no se puede avanzar pero se puede pisar la nieve y ver uno de los volcanes activos más altos de la tierra, el más famoso de todos los volcanes del Ecuador, de cerca. En el refugio se puede ir al baño, tomar y comer algo caliente y descansar un poco en un lugar con mucho espíritu de montaña.
Luego decidimos regresar por otro camino que creíamos que era más rápido. Es el que baja por la derecha del refugio y pasa por arriba del camino principal en forma de zigzag. Lo lindo de este lugar no es solo lo que uno ve al frente, el volcán, sino el páramo verde y amarillo que se ve al pie del mismo. Por eso las vistas al bajar son igual estimulantes que las que se ven al bajar.
Apurados llegamos al estacionamiento y, grande fue la sorpresa al no encontrar a mis papás por ningún lado. Luego de un rato concluimos que habían subido al refugio, aunque con miedo e incertidumbre de no saber si habrían llegado sin problemas.
Pasamos una hora preguntándole a cada uno que bajaba si vieron a un señor canoso alto con barba larga, y puedo decirles que desapercibidos no pasaban ya que todos nos decían “sí, estaban subiendo” o “estuvimos con ellos en el refugio”. Y entonces ahí nos quedamos tranquilos esperando en una camioneta donde dejaron a una abuelita muy simpática que nos refugió del viento y luego de un rato comenzó a roncar muy relajada.
Finalmente cuando vimos bajar a mis papás corrí a abrazarlos un poco en chiste y un poco aliviada de que hayan regresado.
El Volcán Cotopaxi mide 5900 metros y es uno de los volcanes activos más altos del mundo.
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